El camino de la edad es progresivo e inevitable. Ser grande es otra cosa; es una aspiración, es la visión que tenemos de nosotros en nuestra mejor versión como personas en dos aspectos fundamentales: salud y sabiduría

Al cobrar consciencia de sí mismos y los demás, los niños pequeños quieren ser grandes, como otros niños un poco mayores, para correr más rápido o saltar más alto. Después, quieren ser grandes para tener acceso a algunas diversiones que exigen estatura mínima; luego para poder ver ciertas películas.  

Los adolescentes quieren ser grandes y aprender a manejar, para tener libertad y desprenderse de las reglas absurdas de los adultos. Incluso, desean crecer para explorar la sexualidad. 

Al llegar al mundo laboral, queremos ser grandes para estar en cierta posición que permita implementar mejoras en la manera en que se trabaja. Entonces, ser grande cobra un sentido de poder, al vislumbrar que para los 30 se gozarán de muchas satisfacciones.

Pero, esa perspectiva cambia. Ser grande deja de ser un deseo, porque al alcanzar la cima de los 40 y 50, descubrimos un valle y al fondo de éste, la decadencia. Entonces, nuestra marcha toma otro ritmo y damos algunas vueltas tratando de revivir las vistas más lindas de nuestro recorrido. El dolor llega al saber que no podemos retroceder. No queremos continuar avanzando el sendero de la edad; tenemos miedo.

Esta breve descripción se aplica más o menos a la vida de todos. Tenemos miedo de alcanzar la llamada tercera edad y que se detenga la aventura que es la vida. Ese pasmo sucede porque estamos demasiado identificados con nuestros cuerpos. Y, por renovarlos, podemos hacer cosas que llenarían los guiones para varias temporadas de una serie de comedia de lo absurdo (y también de lo patético). ¡Ya no queremos ser grandes!, perdemos claridad. 

Envejecer es inevitable, pero SER GRANDE es otra cosa: es una aspiración.

Desde niños, cada vez que soñábamos con ser grandes, no deseamos transformarnos en otros, sino ser una versión grandiosa de nosotros; muchas veces fantasiosa, pero siempre los héroes. Las bondades que veíamos en algunos personajes, las identificamos dentro de nuestro ser.

Al madurar, los héroes de nuestras vidas comenzaron a ser personajes de carne y hueso: músicos, deportistas, actores, activistas… ¿Has pensado en que las características personales de esos héroes evolucionan volviéndose cada vez más humanos, con limitaciones y contradicciones? Pasamos de querer encarnarlos a querer dialogar con ellos, conocer de sus vidas hasta tener un vínculo de amistad. Esto denota “madurez”, es verdad, pero hay un lado desfavorable en ello: la grandiosidad se traslada fuera de nosotros.

Ser grande, reitero, es una aspiración. De aquí parte lo que nos define, nuestros valores y a partir de ahí, nuestros deseos, propósitos y proyectos. Ya no se trata solamente de nuestra realidad física, corporal, sino de nuestra esencia, de nuestra alma. 

Aquí entra en juego el factor principal: no hay fantasía. Sabemos que tenemos el potencial de cristalizar esa aspiración. También, vemos el montón de obstáculos, claro, pero esa joya, que es la mejor versión de nosotros mismos, no deja ni dejará de brillar detrás de todo lo que está de por medio (llámale falta recursos, de tiempo, de estudios, o ponle el nombre de personas tóxicas o del sistema socio económico).  

Bien: así nace Ser Grande, un espacio digital para observar los senderos que nos llevan hacia la meta luminosa, mientras cruzamos el valle gozosamente. Te ofrecemos un mirador desde el cual ver y entender cómo sortear los obstáculos, ya sea removiéndolos, rodeándolos o saltándolos, para que nuestra marcha no se detenga. 

Si tienes el entusiasmo, la chispa heroica que enciende tu vida, Ser Grande es para ti.

Rodolfo Ortega Arnáiz
Director

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Etiquetas: adultos mayores, bienestar, ejercicio, equilibrio, espiritual, salud, salud mental, Ser Grande, tercera edad, vida adulta

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